Preguntas desde Japón
Entrevista realizada con motivo de la publicación de la edición japonesa de Obabakoak
Año 2004
1) ¿Su nombre verdadero (del registro civil) es "José Irazu Garmendia" (en castellán) o "Joseba Irazu Garmendia" (en euskera)? Porque encontré uno u otro en su diferente bibliografía. Sota el régimen de Franco, creo que los nombres vascos no habían sido autorizados como los nombres catalanos en Cataluña, ¿ no? ¿Puede usted hablarme de la circunstancia del pueblo donde ha nacido y ha crecido? ¿Como vivieron la gente, su familia y usted, sobre todo al tema de la identidad vasca con relación a la de España? La lengua hablando es evidentemente la euskera, ¿ no? Pero esta lengua había sido prohibida a la escuela... ¿Como vivió y vive todavia en ese dualidad?
- Lo de los nombres es interesantímo. Se podría escribir una novela con los diferentes nombres que una persona cualquiera recibe a lo largo de su vida. En mi caso, sólo por citar algunos, yo soy al mismo tiempo José, Joxe, Josetxo, Joseba, Bernardo, Irazu, Atxaga... El primero, José, indica que nací en una familia cristiana antes de los años setenta, cuando, con el fin de la dictadura, empiezan a generalizarse los nombres de sonoridad vasca como Harkaitz o Ainhoa. El segundo y el tercero, Joxe y Josetxo, provienen de una transformación del primero y oficial, e indican proximidad y afecto. Es como me llaman mis parientes y amigos, y también la gente de mi pueblo natal. Joseba, en cambio, pertenece a otro ámbito. Era mi nombre en la Facultad de Ciencias Económicas de Bilbao, cuando los nombres tenían una significación política. En esa época, Joseba sugería vasquismo e izquierdismo. Irazu es mi apellido familiar. Indica que mi familia proviene de una zona campesina de la provincia de Guipúzcoa. Atxaga es, hoy en día, mi nombre más popular. Se trata de uno de los apellidos de mi padre, y yo lo incorporé a mi seudónimo literario por no dejarle aparte de mi vida de escritor. Por amor filial, por seguir el ejemplo de Michel de Montaigne, que, antes de ponerse a escribir, siempre se echaba la capa de su padre sobre los hombros.
- Para que se haga una idea de la represión contra la cultura vasca y contra nuestra lengua en la larguísima posguerra, que no duró ni cinco ni diez años, sino más de veinte, bastará una anédota. Mis tíos eran pescadores, y, el día que compraron un barco, quisieron ponerle el nombre de una montaña que ellos veían desde el mar, Jaizkibel. No pudo ser. En la oficina de inscripciones les dijeron que debía ser un nombre castellano y, preferentemente, religioso. Acabaron bautizando el barco como "Nueva Santa Clara". Cuando era niño y asistía a las clases de la escuela de mi publo natal, Asteasu, no podíamos decir una palabra en euskera. El maestro nos castigaba inmediatamente. Afortunadamente, todo esto es historia. Hoy en día no hay traba política alguna para el empleo de la lengua. Si una persona decide estudiar la carrera de Bellas Artes o de Biología en euskera, lo puede hacer. Claro, es una lengua minoritaria, hablada sólo por unas setecientas mil personas. Por mucho que citemos a Galileo, que alabó la fuerza de todo lo que es pequeño -"si un caballo se cae del tejado de una casa, se mata; una hormiga en cambio no" etc. -, la verdad es que estamos bastante preocupados con la suerte que pueda correr.
- Cuando yo nací, Asteasu era un pueblo de 1500 habitantes. En general, la gente trabajaba en las fábricas de papel o de maquina herramienta del valle de Oria, a cinco o diez kilómetros de la localidad. Sin embargo, esa corta distancia geográfica escondía una gran distancia cultural. En Asteasu predominaba la cultura campesina. La forma de divertirse, de vivir la religión, de hablar -en euskera, desde luego-, era propia de los campesinos. Hay que tener en cuenta la especial geografía del País Vasco, compuesta de mil vallecitos y mil montañitas. Todavía hoy en día, cada vallecito es un pequeño mundo. En Asteasu, mi madre era maestra de escuela, y mi padre, carpintero. Si me diera por escribir mi biografía, el título del primer capítulo podría ser "Madera y tiza".
- Soy una persona bilingüe, en el sentido de que me puedo manejar en euskera y en castellano con idéntica fluidez e idéntica propiedad. Es una forma especial de estar en el mundo, con sus ventajas y sus inconvenmientes. Entre las ventajas, una mayor conciencia lingüística. Recuerdo que, hace años, en una cena con gente inglesa, ellos me miraban admirativamente cada vez que pronunciaba palabras como hypocrisy. Yo utilizaba esa palabra y otras parecidas porque, al ser griegas o latinas, y por lo tanto comunes con muchas del español, me resultaban fáciles. Pero ellos ignoraban que hypocrisy fuera una palabra de origen griego, una palabra casi universalmente empleada. Pensaban que era profundamente inglesa, más que ninguna otra. Así que se admiraban y me decían, abriendo mucho los ojos: "Your English is getting on!" En cambio mi padre, que, como ya he dicho, era carpintero, volvía un día a casa diciendo que el euskera debía de estar relacionado con el japonés, porque había estado en el puerto de Pasajes y le habían dicho que el barco japonés allí atracado se llamaba "mitxirrika", palabra que, como todos lo que han leído mi última novela saben, en lengua vasca significa "mariposa". Lo de mi padre era una fantasía, pero indica hasta qué punto era sensible al hecho de la lengua, de las diferentes lenguas.
- En cuanto a los inconvenientes, uno de ellos es el trabajo que nos da el ser bilingües. Fíjese en el proceso que he debido seguir a la hora de publicar "El hijo del acordeonista": lo escribí durante años en lengua vasca, y el libro fue publicado a principios de noviembre de 2003. Pero, desde un mes antes, desde el mismo momento en que entregué el original a mi editorial vasca, Pamiela, mi mujer y yo ya estábamos traduciendo el libro al español. En los meses siguientes, yo viví desdoblado: por una parte, preparaba con mi mujer la edición en castellano y en catalán, y por otra , dedicaba una parte de mi tiempo a entrevistas, reuniones con los clubs de lectura del País Vasco...dicho sea de paso, no hay otra salida. Esta es la única manera de ser un escritor bilingüe. El escritor tiene que desdoblarse. Más aún cuando las dos lenguas que maneja son muy distintas, tan distintas como el castellano y el euskera. Como sabe, el euskera es una lengua preindoeuropea, anterior al latín, y, por muy mezclada que esté con el propio latín y otras lenguas, resulta una lengua bastante extraña. Es mejor que el salto de una a otra la haga elpropio escritor. De lo contrario corre el riesgo de encontrarse con un texto que no le suena nada, que le resulta ajeno. Me parece que esto mismo le ocurriría a un escritor que empleara el japonés y el inglés. Seguro que es más fácil traducir del inglés al alemán que del inglés al japonés. De todos modos, yo tengo la suerte de estar casado con Asun Garikano, que es la traductora de Faulkner, Stevenson y otros al euskera. Mis amigos bromean con este asunto. Dicen que me casé por interés. Porque, además, se da la circunstancia de que el hermano de mujer, Antton Garikano, es traductor profesional y el responsable de que uchas obras alemanas y rusas estén en euskera.
2) ¿Por cuál motivo había querido hacerse escritor, de primero, en lengua vasca?
- La lengua ha sido, para muchísimos vascos, una cuestión central. Yo suelo decir, no completamente en broma, que cuando éramos jóvenes e íbamos a los bailes, la conversación con la pareja que nos tocaba en turno ( porque las chicas empezaban bailando entre ellas y los chicos debían pedirles baile con un "mesedez?", "¿Por favor?" )...giraba casi siempre en torno al destino de la lengua. "Tú, qué crees? Que el euskera sobrevivirá?". Es decir, que las primeras conversaciones no eran sobre qué peliculas o qué grupos musicales nos gustaban, sino sobre la lengua. Claro, esta preocupación, que es bastante antigua en amplios sectores de la lengua vasca, anterior incluso a la época del Romanticismo, creció muchísimo durante la dictadura españolista del General Franco. Ellos prohibían el uso de la lengua, les parecía algo despreciable ( yo escribí una vez: "cuando hablábamos en euskera en la escuela, el maestro franquista nos miraba como si nos hubiéramos meado debajo del pupitre"); nosotros reaccionábamos contra ello con vehemencia y agresividad. Como la "rama doblada" de la que habló un poeta romántico.
- Con esos antecedentes, nada más lógico que un joven de los años setenta como yo se pusiera a escribir en euskera. Sin embargo, nunca fui, maximalista. Siempre he dicho que yo tengo dos lenguas maternas, el castellano y el euskera. Que el euskera es, sencillamente, la"primus inter pares".
3) La versión japonesa del libro "Obabakoak" traducido del castellán ha sido publicado en enero de 2004 al Japón. La combinación sonora de la palabra "baba" puede significar en japonès la abuela, la vieja o la anciana. Así "Obaba" ("baba" + "o" honorifico) puede ser "Diosa de la montaña", en todo caso lo que me evoca con la imagen de una vieja que sepa todo, y que vea todo sobre nuestra vida. Una existència la mismo tiempo espantosa y misteriosa, sobrenatural... Con aquello título nos conduimos ya al universo más allá de nuestro tiempo y de espacio. ¿De donde vienen el nombre y el lugar de "Obaba"? ¿Cuál imagen da a los lectures españoles en general con ese palabra? ¿Hay una particularidad al tema de la literatura vasca?
- Me produjo una gran emoción el ver mi libro en lengua japonesa. ¿ A cuántos kilómetros estará el País Vasco del Japón? ¿A unos veinte mil? De pronto esa distancia desaparecía y la posibilidad de que una persona de Osaka o de Tokio leyera lo que yo había escrito se hacía real. Ya sé que esa distancia kilométrica es engañosa; culturalmente hablando, no hay tal distancia. Hace dos años estuve contemplando un cuadro de Hokusai en un museo vasco, y luego escribí un comentario radiofónico sobre él. Más aún, le envié a Jose Saramago ese texto tan maravilloso de Hokusai donde dice que hasta la edad de 60 años no aprendió nada, pero que, por lo que intuía, todo lo que iba a salir de sus manos a los 120 años iba a ser perfecto. Y luego están las lecturas: Kawabata, Kentzaburó Oé, los poetas, Mishima -cuya vida tanto nos impactó en la juventud, hasta el grado de que "El marino que perdió la gracia del mar" se convirtió en uno de los libros más citados en las reuniones de nuestra revista literaria-. Y, hablando de afinidades culturales, recuerdo que hacia 1980 coincidí con un poeta del Japón ( no recuerdo ahora su nombre ) en un encuentro poético en Barcelona, y que, al final -él era la estrella invitada, pero se comportaba con mucha humildad- se acercó donde mí y me dijo, con una sonrisa, que "los vascos y los japoneses teníamos ciertos puntos en común". Le pregunté la razón de que dijera esa, y él abrió aún más la sopnrisa y me respondió: "Somos los únicos que sabemos comer pesacado". Pero a lo que iba. A pesar de que la distancia geográfica es engañosa, la publicación de "Obabakolak" en Japón me produjo una emoción especial.
- Efectivamente, el nombre tiene una historia. No está elegido al buen tuntún. En literatura, hay que procurar que todo sea significativo, desde el título hasta el punto final. Ni qué decir el nombre de la geografía donde todo sucede. Pero para explicar lo de "Obaba" tengo que hablar antes de la letra B, del sonido B. Yo suelo decir que la primera letra del alfabeto occidental es la A, pero que la primera en el tiempo es la B. Porque el sonido "B" es el primero que emitimos como seres humanos. Primero está la sonrisa del bebé, que, como dijo Aristóteles, es el primer signo de humanidad. Y luego viene el primer sonido: la B. Por eso precisamente se llama bebé al bebé. Y en muchísimas lenguas. En italiano es "bambino", en inglés "baby"; en árabe tienen palabras parecidas en relación a los niños pequeños, "abu", "bab". Pues bien: yo pensé que en Obabakoak se hablaba de unas gentes que hasta entonces había estado en silencio. Que pasaban del mutismo a decir algo. Decidí que el nombre de la georafía debería tener varias "B", y elegí "Obaba" por ser una palabra que figura en las canciones de cuna vascas. Curiosamente, hay en el País Vasco un pueblo real que se llama casi igual: "Oba".
4) Además de obras literarias, quería hablar de la música. Ofrece usted muchas veces las letras a los cantantes como Mikel Laboa, por ejemplo : álbum "6" : "Lizardi", álbum "12" : "Galderak" (también cantado por Ruper Ordorika), "Antzinako bihotz" y álbum "Gernika- zuzenean : "Gure hitzak". ¿Cuáles otros cantantes que pusieron música de sus poemas? ¿Por cuál motivo comenzó a colaborar con Mikel Laboa en "Lekeitio"?
- Recuerdo que, cuando estaba en la univerdsidad, estudiábamos las "economías de escala", es decir, las ventajas o desventajas que se derivaban del espacio económico donde tenía lugar una actividad. Pues, aplicando este concepto a la cultura vasca, para mí es obvio que el pequeño tamaño del país y su densidad poblacional favorecen el trabajo en colaboración, lo que algunos llaman "la creación transversal". En este país siempre hay un pintor que es vecino, un músico que está casado con tu prima, un cinesta que fua al mismo colegio que tú. Nadie está aquí a más de dos horas de autopista. Por ejemplo: conozco al músico Ruper Ordorika desde hace treinta años, somos amigos. Mikel Laboa es mayor que yo, pero nuestra relación es muy estrecha. Nos reunimos para pasear y para comer juntos cada dos semanas, y hablamos mucho por teléfono. Tenemos, creo, una sensibilidad común. Y hay más músicos: Juan Carlos Perez, Jabier Muguruza, Joseba Tapia. Otro ejemplo: Mikel Valverde, ilustrador de mis libros para niños, iba a comer al mismo restaurante que íbamos Asun Garikano y yo. Y con él iba a veces su hermano, Ernesto Valverde, famoso jugador de fútbol, que hoy es entrenador del Atlhetic de Bilbao. En fin, que vivimos un poco amontonados. Eso es una desventaja para los adúlteros y adúlteras, pero no para trabajar.
5) ¿Qué piensa del grupo armado ETA? Vi la película "La pelota vasca" de Julio Medem. ¿Cómo ve reconciliarse con aquello problema muy profundo y muy complicado? Justamente su última obra "El hijo del acordeonista" habla de esté...
- Al escribir "El hijo del acordeonista" yo quería dar idea de una transformación. O mejor: de una serie de transformaciones. De cómo un héroe del deporte rural acaba convirtiéndose en boxeador. De cómo un hijo que detesta a su padre trata de buscar un paraíso, y eso lo lleva al exilio y a morir en un rancho de California. De cómo unos jóvenes que sólo se preocupaban del cuidado de los caballos o de la música de los "Credence Clearwater Revival" acaban tomando parte en la lucha armada. Incluso hablo de transformaciones menores: de cómo un obrero japonés, Toshiro, acaba involucrándose en esa misma lucha armada por una supuesta liberación de Euskadi. En el libro se habla del final de ese mundo, asistimos a una serie de enterramientos. Pero la vida no se para. Por decirlo así, las cosas no acaban de terminar. Al final del libro, uno de los personajes reflexiona en su diario sobre "el ser vivo más viejo del mundo", el secuoya que recibe el nombre de "GeneralSherman", y escribi: "Quizás haga falta vivir tres mil años para alcanzar la calma". Pues así. Quizás deban pasar tres mil años para que el mundo alcance la paz. Aquí y en todas partes.